Estamos tan distantes que parece que nunca llegaremos a rozarnos, pero el destino deja bien claro que tenemos que acabar juntos.
Por eso llegó el día en que una tonta no se dio por vencida ni a la tercera.
La letra de la canción sobre la que bailo las cinco letras de tu nombre mientras te miro de reojo, también me lo ha contando.
Las décimas de segundo que tardo en girarme cuando asocio tu voz, los mil rincones de esta ciudad y todas las bocas en las que ni puedo ni quiero encontrarte.
No sé hacerlo mejor y supongo que tampoco sé hacerlo peor.
Simplemente, no sé hacerlo.
Lo mejor sería acabar con toda esta nada.
Porque más tarde viene el número de veces que he intentado olvidarte, pero como siempre, he perdido la cuenta y después me he perdido yo.
Al final, esto es un principio.
Para una de ellas la Capital estaba más bonita que nunca.
La Plaza Mayor parece más grande si va agarrada de su mano. A su amor de verano y de siempre se une un beso de despedida en una boca de metro.
Juntas pasean por Fuencarral en navidad.
Esa calle esta llena de gente y aun así se oyen sus risas y se dan cuenta que lo de siempre es lo de verdad.
Que en la vida te cruzas con miles de personas, miles de caminos que un día se unen al tuyo y al segundo te han abandonado.
Miles de vidas que crees conocer y te fallan, solo cinco que conoces y nunca te fallan.
Las vidas que conoces dejan huella en ti, mucho, poco o demasiado.
Dejarás que muchas huellas se queden en tu vida, otras las borrarás, otras te harán llorar, otras te harán reir, te mirarán detrás del humo que desprende ese vicio caro mal liado y sabrás que al minuto se irán y otras te enamorarán.
Pero solo tú tienes el derecho para dejar que esas huellas permanezcan.
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