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martes, 8 de marzo de 2016

"Porque claro que eres lo mejor que nunca voy a dejar que me pase, que me pase y que me arrase.
Y deja de preguntarme siempre el por qué, que los dos lo sabemos.
Ojalá la relación que tengo contigo de ser TOTALMENTE yo, de hablar, cantar, eruptar u otras gilipolleces de madrugada en el puente, mientras se empañan los cristales del coche de lo fuerte que suspiro si nos miramos, pudiera tenerlo con otros que si se lo merecen más, y con los que no soy capaz de estar como lo hago contigo. Y así me pasa, que siempre doy menos de la mitad.
Y eso no significa más que qué ojalá fueras normal y asi todo seria más facil, tampoco te montes tus pelis, que nos conocemos demasiado. Porque ya sabes... Los sentimientos bajo la alfombra o al trastero. ¿No?
No quiero más, no quiero nada, no quiero que me comas la cabeza con que si tal, si cual, cuando los dos sabemos que nada de lo que dices es verdad.
¿¿Por qué de verdad piensas que yo voy a estar ahí para ti dentro de cinco años como dices??
Si de verdad lo piensas me conoces muy poco, y no, claro que no, no nos veo a ti y a mi en un futuro, en realidad a ti no te veo con nadie, porque no estas hecho para estar con nadie.
Ha sido la conversación del otro día lo que me ha hecho ponerle fin a todo este caos, porque eres un liante, porque yo queria acabar de verdad, porque no iba a aguantar eso una cuarta vez, y te plantas en mi casa, me miras y me das la vuelta a todo.
Y tú vas por ahí jodiendo tias, literal, porque las dejas echa mierda y yo no voy a ser una de ellas.

Esto era un juego que no debió comenzar y nunca me ha importado subirte la apuesta, pero ya no.

Me retiro, y gano yo.

No necesitó que me contestes, sólo quería que lo supieras 😘 "

Y así es como mandé el mensaje mas triste de mi vida hace hoy dos meses. Y sigo sin entender cómo se puede echar tanto de menos a alguien y a la vez saber que es mejor que no vuelva, no lo entiendo, os lo juro.

miércoles, 24 de febrero de 2016

Hay miradas que derriten el Ártico.

Por los ojos oscuros que se perdían cada viernes en ese portal a los dieciséis.
Por la suerte de poder decir que todo lo que planeó allí, que todo lo que planearon, ha pasado.

Que vive en el número tres, en esa calle de la gran ciudad por la que moría.
Que pudo huir de la que la había visto crecer y se le había quedado tan pequeña.

Pero ni ella, ni nadie, hubiera imaginado que hoy estaría perdiendo la cabeza por volver a ella cada viernes.

Porque dijo nunca más y mírala al final. 

Y vuelve cada fin de semana a buscar lo que ya no tiene, a buscarse donde ya no puede.
Y a no encontrarse en ningún lado.

A darse cuenta que los ojos verdes que antes derretían, ahora congelan.
Casi tanto como se le ha congelado a ella el invierno desde que no los mira.

Pero aún así, se aferra a la idea de que cuando acabe...

Volverán a llamar.

Y se le agotan los días.
Y el domingo la maleta volverá a estar en la puerta.
Y sabe que no quiere irse, no ahora, no así.