Enormes ojos marrones y grandes rizos que nacieron un agosto de 1970.
Nacíó para brillar y destacar como la que más, aunque ella piense lo contrario, supera a cualquier mujer que conozco, afán de lucha diaria, si la ves caer, la veras levantarse. Se levanta cada mañana con ganas de comerse el mundo solo por las dos pequeñas personas que tiene a su lado, dando gracias a muchas otras por la ayuda recibida. Tiene historias y secretos de amor, que es mejor no contar a nadie, historias duras que acabaron separándola del que creía su gran amor de ojos azules y comienzo de historias nuevas por las que sigue sonriendo hoy. Proviene de una familia rota ante un dolor acúmulado que los uníó, ese trocito de vida que le falta, se le arrebató una carretera sin permiso un verano de 1989 y nunca nadie podrá tapar ese hueco. Pero aún asi ella sigue aquí, habiendo pasado muchos sufrimientos más y sigue fuerte y sigue sonriendo.
En este mismo instante en el que la tengo sentada a mi lado, en el sofá naranja, cigarro en mano, me doy cuenta de que haría sino estuviera aquí, conmigo. Puedo afirmar y afirmo que es la persona que mejor me conoce en este mundo, la complicidad que me une a ella no se define con palabras, lo que la debo, tampoco.
Yo solo pido una cosa; que la vida le devuelva todas las sonrisas que muchas veces le arrancó y hoy le escribo esto, para darle las gracias, por ser quien soy, por ser lo que soy, porque sé que se siente orgullosa de lo que ha criado porque ve que lo ha hecho bien. Un pequeño hombrecito que se va haciendo poco a poco mayor y una ingenua niña, que como la persona de la habla, ha sufrido y gracias a ello a crecido y solo puede decir: No me faltes nunca.
PD: Te quiero muchísimo, mamá.
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